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10 de octubre de 2011

Consulta sin consultados


   —¿Usted sabe lo que es un referéndum?
   —Más o menos. Es cuando a uno le preguntan si está o no de acuerdo con algo. Por ejemplo, lo que no hicieron PP ni PSOE cuando Merkel les ordenó la reforma express de la Constitución sobre el gasto autonómico.
   —O sea, que a usted le incumbe eso que se está decidiendo.
   —Claro. De lo contrario, no me lo preguntarían.
   Los paraguayos estaban citados a las urnas, ayer domingo, para decidir si sus 1.4 millones de compatriotas que viven en el exterior —sobre todo en Argentina, España y EE.UU.— podían votar desde su lugar de residencia. La iniciativa llevaba la firma del presidente Fernando Lugo y pretendía reformar el artículo 120 de la Constitución de 1992.
   —A mí me parece magnífico. ¿Cuál es el problema?
   —Uno solo: que en la consulta no podían participar los paraguayos que viven fuera del país.
   —Pues lógico, no ve que no pueden votar. Eso es lo que se estaba decidiendo.
   —De lógico, nada. Usted mismo dijo, al comienzo de este post, que a uno le preguntan sobre lo que le incumbe. Y aquí no se tuvo en cuenta la opinión de los paraguayos que viven fuera.
   —Pero sí de los que viven en el país.
   —Es distinto. Una cosa es vivir dentro y otra cosa en el extranjero. Lo correcto habría sido preguntarles si querían votar o no desde el exterior. Imagínese, qué tal que no les diera la gana. ¿O es que usted, cuando no sabe si quedarse en casa o ir al fútbol, se queda callado y espera a que otros tomen la decisión?
   —No, eso es de niños.
   —Pues fíjese, parece que desde Latinoamérica siguen tratándonos como niños. Hay que decirles que no. Que hemos crecido. Que ya somos mayorcitos. Y que aun cuando vivamos fuera, tenemos derecho a decir «sí» o «no» sobre las cosas que nos incumben.

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