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5 de noviembre de 2011

Diálogo entre dos (ex) colegas


Transcribo el diálogo que sostuvieron ETA y las FARC, en algún lugar de los Pirineos, luego de que el grupo terrorista vasco anunciara el fin de su lucha armada.

ETA_ Qué gusto verla de nuevo, colega.
FARC_  Lo mismo digo, compañera. Han pasado casi dos años desde la última vez. ¿Se acuerda?
ETA_ Claro, en Caracas. Menudo anfitrión resultó el comandante Hugo.
FARC_ Lástima que a los jueces españoles les diera por sapearnos. Sobre todo, a ese tal Baltasar. Qué rabia me dio levantar los campamentos.
ETA_ No se preocupe, que ahora el Tribunal Supremo lo está investigando por unas escuchas ilegales. Le aseguro que de ésa no sale limpio. Y dígame, ¿a qué ha venido?
FARC_ Pues fíjese, estaba bien tranquila en el lado venezolano de la frontera, trabajando en mis laboratorios, cuando me  dieron la noticia. No podía creerlo. ¿Es verdad que deja las armas?
ETA_ Bueno, verá... De momento, sí.
FARC_ Piénselo bien, compañera. Más de cuarenta años de lucha revolucionaria no se dejan así como así. Fíjese en Fidel, qué firmeza. ¿No será más bien que le ofrecieron plata?
ETA_ No, no, de eso nada... Lo que pasa es que he estado pensando y creo que esto de las armas ya no vale la pena. Los tiempos han cambiado. Y encima, me he quedado sola. Hasta Batasuna me ha dado la espalda.
FARC_ ¿Y los compañeros de la izquierda abertzale?
ETA_ También. De hecho, los de Bildu han encontrado curro en el Parlamento.
FARC_ Pero todavía me tiene a mí y al comandante Hugo.
ETA_ No es eso, colega. Es que además me siento vieja, cansada y fea. Tanto, que ni he podido quitarme la capucha para mirar a la gente a la cara. Usted debería hacer lo mismo.
FARC_ Yo no uso capucha. ¿Pero dejar las armas? Eso nunca, compañera. Prefiero seguir reclutando niños y mujeres en el campo. O masacrando pueblos enteros. Además, acuérdese que para mí no es tan sencillo. Si dejo las armas, se me acaba el negocio de los laboratorios. Y si se me acaba el negocio, es como si me quitaran el nombre. Tendría que volver a mis inicios, cuando no era más que una campesina bandolera que cortaba cabezas.
ETA_ Por lo menos, piénselo. Lo de don Alfonso puede que sea una señal.
FARC_ Hace mucho dejé de pensar. Ahora sólo mato, mato, mato. Y eso es lo que seguiré haciendo, por lo menos, otros sesenta años. Así que no insista, compañera. Y con permiso, me despido. Tengo que volver a la selva. La guerra me espera.

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