—¡El Gobierno de Rajoy dice haber encontrado, por fin, la receta contra la crisis!
—No me lo creo. ¿En serio?
—Completamente. Todo era más sencillo de lo que parecía. No era necesario recurrir a la Merkel ni al BCE ni a las previsiones de Moody's. La formulita estaba al alcance de la mano.
—¿Imprimir más billetes de 50€?
—No.
—¿Expulsar a los todos los inmigrantes?
—Tampoco.
—¿Cuál era, entonces?
—¡Trasladar los días festivos a los lunes!
—¿Perdón?
—Sí, así como lo oye. A partir de 2014, la gente tendrá que renunciar a las mini-vacaciones que solía tomarse desde los festivos (jueves o viernes) que iban antes de un fin de semana. Todas las fiestas, salvo aquellas cuya fecha es inmodificable, se celebrarán los lunes.
—No entiendo qué tiene que ver con la crisis.
—Yo tampoco. Pero según el Gobierno, esto ayudará a mejorar la tan discutida productividad de los trabajadores españoles. Y si mejora la productividad, las empresas crecen. Y si las empresas crecen, la economía también.
—¿Y a usted qué le parece?
—Es la mejor medida en 34 años de Democracia, salvo por un ligero detalle.
—¿Cuál?
—En el último año han desaparecido 391.270 empresas en España (unas 1.072 diarias), por lo que la idea de Rajoy llega a destiempo. O dicho de otro modo: que no podrá aplicarse, pues dentro de poco no quedarán empresas. Todas habrán cerrado. Y la productividad, con o sin festivos, será nula. Es una lástima, pues pocas veces estamos ante medidas tan brillantes y trascendentales. Que luego no digan que los políticos no están al servicio de sus electores.
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