22 de noviembre de 2011
Desencuentros
La vida es así: un día uno va caminando por las calles de una ciudad, sin planes ni puertos de llegada. De pronto, en la siguiente esquina, aparece un rostro conocido. Puede que sea la imaginación. O un recuerdo saltando como un resorte. O, quién sabe, un fantasma emergiendo desde una vida pasada.
Entonces uno, tras dudar unos segundos, se acerca.
—Perdone, ¿es usted Aquel...?
Al principio, Aquel asiente y lo mira a uno desconcertado, sin saber qué decir. Son segundos raros, densos, el tiempo necesario para que el recuerdo de uno cobre forma y se encarne en un nombre, un gesto, un país lejano y violento.
—Ah, claro —dice Aquel, entre sorprendido y emocionado—. Ya sé quién es usted... Usted es El de Antes.
—Lo vi desde lejos —dice uno—, pero no estaba seguro.
—Qué sorpresa... Fíjese, venir a encontrarnos de este lado del mar. ¿Hace cuánto fue Aquello?
—Siete años —dice uno—. Usted era profesor y yo su alumno.
Preguntas, nombres, fechas, datos, libros: el mapa del recuerdo es el mismo. Y pese a que también el rostro, la voz y los gestos de Aquel siguen siendo más o menos los mismos, uno tiene la sensación de que Aquel ya no es Aquel.
—Qué raro —dice uno—. Hace un momento, cuando lo vi, me sentí como si volviera a ser El de Antes. Pero, dos segundos más tarde, Ese de Antes me pareció lo más extraño del mundo, como si fuera Otro.
—A mí también me pasa —dice Aquel—. A veces, siendo el de Ahora, me convierto en Aquel.
—Yo he reconocido a Aquel.
—Claro, porque aquí donde me ve, he muerto varias veces. El de Ahora no es sólo el de Ahora. El de Ahora es Aquel y todos los Aqueles que han muerto en el camino. Soy una suma de muertos de mí mismo.
La despedida resulta menos difícil. La promesa es volver a vernos: mañana, pasado, la semana que viene... Cada cual vuelve a su camino. Pero, un momento más tarde, una nueva grieta se abre: esos pasos ya no son de uno, ni de El de Antes, ni del de Ahora.
Son pasos de Otro.
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