13 de abril de 2012

Gobierno y perdón




—¿Un político pidiendo perdón por sus malas decisiones?
   —Aunque parezca mentira, así es.
   —¿Quién fue el sensato?
   —El Presidente del Congreso de Paraguay, Víctor Bogado.
   —¿Qué sustancia psicotrópica había ingerido?
   —Ninguna. Estaba en pleno ejercicio de sus facultades.
   —¿Cuándo ocurrió?
   —Hace unas semanas, durante una reunión entre un grupo de paraguayos afincados en Málaga y varios representantes del Congreso de su país.
   —¿Y lo soltó así, sin más?
   —No. La idea era que los señores de traje atendieran dudas, quejas y reclamaciones sobre temas como el desempleo, la renovación de pasaportes, el voto en el exterior, etc. De hecho, primero hubo respuestas de cajón al estilo «existe Paraguay más allá de sus fronteras». O «debemos seguir construyendo nuestro país desde el lugar en el que estemos». Y la gente empezó a impacientarse. Hasta que el señor Bogado tomó la palabra y se salió repentinamente del guión.
   —¿Qué dijo?
   —Comenzó su discurso de la siguiente manera: «Si el Gobierno hubiese hecho bien su tarea, vosotros no estaríais aquí. Pido perdón por el desarraigo, por ese bienestar económico que no encontrasteis en Paraguay, que es un país rico con una población pobre».
   —Uf, me cuestra creerlo... ¿Y fue suficiente?
   —No es una fórmula mágica. Los problemas de los paraguayos (o del inmigrante en general) requieren soluciones puntuales, y menos palabrería. Pero estas dos frases, bien miradas, son un paso importante de cara a lo que pueda venir. Cambiar las aburridas promesas por una declaración de perdón, es una buena manera de abordar el asunto. Es empezar por el principio. La gente está cansada de los señores de traje que viajan al extranjero buscando votos.

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