9 de abril de 2012

Adoptar un muerto




«Hasta hace poco fui un N.N., como tantos otros que bajan por este río. Mi nombre verdadero, el que tuve en vida, no lo recuerdo. Me lo quitaron el día en que me mataron. Me lo quitaron todo. Tras ser degollado, torturado o descuartizado (tampoco lo recuerdo), una noche tiraron al río lo poco que quedaba de mí. Y la corriente me llevó, lejos, lejos... Éramos muchos los que bajábamos por el río. Hasta que un día ese mismo río me lanzó a la orilla. Me devolvió a la tierra. Había llegado a un pueblo ribereño. Un grupo de hombres me levantó, me limpió y se encargó de darme sepultura. Las mujeres elevaron rezos por mi alma y me llevaron flores. Luego me pusieron un nombre: Moisés. Moisés en hebrero significa 'salvado por las aguas'. Y con ese nombre, Moisés, volví a la vida. Es decir, a mi vida como muerto. Volví a ser un muerto. Un muerto al que llevan flores y elevan plegarias. Un muerto con, digamos, una historia. Desde aquel día no fui más un pesado cuerpo que baja por las aguas del río». (*)

(*) A propósito de la publicación del libro "Los escogidos" (Sílaba Editores, 2012), de la periodista colombiana Patricia Nieto.

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