26 de julio de 2012

La fiesta del fantasma



—¿Qué hace toda esa gente? ¿Por qué tanto alboroto?
   —Celebran el Día de la Rebeldía Nacional, otro de los eufemismos de la Revolución Cubana.
   —¿Todavía existe la Revolución?
   —No, no, qué va. Pero toda esa gente cree que sí y por eso saca las banderas cada 26 de julio. Algo que es, más o menos, como organizarle una fiesta a un fantasma.
   —¿Hace cuánto murió?
   —Rapidito, eso fue rapidito. Yo diría que en el '61, con las primeras ejecuciones y detenciones de intelectuales, artistas, periodistas, empresarios, homosexuales, comunidades católicas, opositores y todo aquel que pensara distinto. O quizá en el '68, cuando Fidel aplaudió la estampida de los tanques soviéticos en Praga. O a lo mejor en el '71, con el encarcelamiento de los poetas Heberto Padilla y Belkis Cuza Malé. En todo caso, hace mucho.
   —¿Nadie se acuerda de eso?
   —Sí, pero se hacen los de la vista gorda. Prefieren seguir invocando al fantasma.
   —Tenemos que hacer algo. Hay que prohibir esa marcha.
   —No, no, no... Por más equivocados que estén, tienen todo el derecho a manifestarse en favor o en contra de quien quieran. Ni usted ni yo somos nadie para hacer algo así. Las prohibiciones son cosa de los Castro. Tienen más de 50 años de experiencia en el tema.
   —¿Entonces qué hacemos?
   —Señalarles, por enésima vez, lo que todo el mundo sabe de sobra. Decirles que, por ejemplo, aplaudir un régimen como el de los Castro es apoyar el recorte sistemático de las libertades individuales. Que gritar esas consignas es potenciar el dogmatismo, el mesianismo y las sociedades acríticas y peligrosamente ensimismadas. Y que es, también, un irrespeto a la memoria de miles de víctimas que han quedado en el camino por atreverse a imaginar una Cuba distinta. La última, la del líder cristiano Oswaldo Payá.
   —¿Y lo entenderán?
   —Lo dudo mucho, pero en todo caso es preferible repetirlo. Qué mejor ocasión (esta nueva fiesta del fantasma) para volver a recordarlo.

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