10 de diciembre de 2012

La mujer que conducía por la acera





Sucedió en Cleveland (USA): Shena Hardin, una mujer de 32 años que todas las mañanas llevaba prisa por llegar al trabajo, decidió convertir una de las aceras del trayecto en su «carril particular» y evitar la espera de un autobús escolar que a esa hora recogía a un grupo de niños. Lo hizo durante varias semanas, cada vez con mayor destreza y precisión, hasta que uno de los conductores del autobús, preocupado por la seguridad de los niños, registró la maniobra en su móvil y envió el vídeo a la policía.
   —¡Qué barbaridad! ¡Ni al mismísimo Vettel le he visto hacer un sobrepaso así!
   —Pero eso no es todo.
   —¿Ah, no?
   —No, lo peor es que en esa acera, además de la parada del autobús, hay un centro de atención ciudadana del que entran y salen personas cada dos por tres. Afortunadamente, nadie cometió la «imprudencia» de hacerlo cuando el jeep de Hardin pasaba por allí.
   La policía le impuso una multa de 250 dólares y le retiró el carné de conducir por un mes. Además, como en primera instancia la infractora se negó a reconocer su falta, un juez de Cleveland la obligó a portar un cartel con la frase «Solo un idiota conduce sobre la acera para adelantar a un autobús escolar».
   —Entiendo lo de la multa, pero no lo del letrero. ¿No le parece demasiado?
   —No, es una cuestión de vergüenza ciudadana...
   —¿Vergüenza ciudadana?
   —Sí... Al exhibir el cartelito por toda Cleveland, la señora Hardin está exponiendo su falta ante los demás. Es como si dijera: «Miren qué mala ciudadana soy». O también: «He puesto en peligro la vida de un grupo de niños y peatones». En otras palabras, que asume su responsabilidad. Le aseguro que, después de hacerlo, no le quedarán ganas de repetir la maniobra.
   —Pues dicho así, creo que sería una buena idea para reducir las infracciones en Bogotá.
   —¡No, no, no...! ¡No lo diga ni en broma!
   —¿Por qué?
   —Primero, porque en Bogotá no existe eso de la «vergüenza ciudadana». Como allí predomina la ley del caos, da igual que usted se suba a una acera o que se salte los semáforos en rojo. Y segundo, por una cuestión económica: de ser aprobada la medida, el 90% de los conductores estaría obligado a llevar un cartelito como el de la señora Hardin. ¡Imagínese, las calles llenas de cartelitos! Y ese gasto, por muy ejemplarizante que sea, no puede permitírselo la Alcaldía.

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