4 de julio de 2013

La luz de aquella tierra






—Cuéntame, abuela, cómo es que viniste a México.
   —¿Que como vine a México? Ah, bueno... Sí, fue hace muchos años. Yo tenía diecinueve. España había salido de la Guerra y llegó un momento en que debías decidir si te quedabas o te ibas. Los que tragaban todo aquello, se quedaron. Pero nosotros no. Salimos hacia Francia y estuvimos un par de meses retenidos en los campos de concentración para exiliados. Luego tomamos un barco hasta Cádiz, y de allí hasta Casablanca, y desde allí cruzamos el Atlántico durante semanas y fuimos directo a Veracruz, donde nos recibieron con los brazos abiertos. Imagínate, hija, hasta el mismísimo presidente Cárdenas nos estaba esperando en el puerto.
   —¿Y por qué te quedaste?
   —La gente hablaba muy bien de México. Decían que había muchas oportunidades. Que era el sitio perfecto para empezar de cero. Y sí, la verdad no se equivocaban. México fue para nosotros como la puerta de entrada a una casa. No la puerta de «tú» casa, claro, porque España estaba lejos. Pero sí de una casa nueva, sin amoblar, una casa que tú podías decorar como quisieras. Y desde el primer día, antes que huéspedes, nos sentimos sus propietarios. Tuvimos plena autonomía para todo. Éramos otra vez libres, sin nadie que nos dijera lo que debíamos hacer o pensar. Las chicas, por ejemplo, llevábamos la falda más corta y podíamos entrar a los cafés. Luego me casé y tuve hijos y nietos y bisnietos, y un día me di cuenta de que no había vuelta de hoja. Así fue como me quedé, hija.
   —Y dime, abuela, ¿volviste alguna vez a España?
   —Una sola, hija, pero fue suficiente para no querer volver. La España que tenía en mi recuerdo había desaparecido. La gente se había muerto. Había democracia. Y entonces supe, en medio de una tristeza que a la vez tenía algo de consuelo, que daba igual si mi avión había llegado de Cafarnaún o de Londres. Me sentía extraña, muchísimo, como si viera todo por primera vez. Así que tomé la decisión de no volver nunca más, de conservar el recuerdo de «mi» España para que me siguiera iluminando a la distancia, sólo eso, como un faro que brilla débilmente, una luz inalcanzable que, sin embargo, nunca pierdes de vista.

«La luz de aquella tierra» es la segunda entrega del proyecto documental 'Mujeres republicanas en México', dirigido por el artista español Javi Larrauri.

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