27 de junio de 2013

Un Gran Colombiano



—¡Esto es el colmo de los colmos! ¡Los colombianos acaban de elegir al ex presidente Uribe como el personaje más representativo de su historia!
   —Una elección coherente.
   —¡Por Dios...! ¡Le hablo de Uribe, de Álvaro Uribe Vélez! ¿Qué está diciendo?
   —Digo que es coherente.
   —¿Coherente? ¿Dígame cómo puede ser coherente que alguien tan nefasto salga elegido entre 125 personajes históricos? ¿Acaso no había nadie mejor?
   —¿Qué esperaba? ¿Que eligieran a García Márquez o a Rodolfo Llinás?
   —Hubiese sido lo más justo... Los mexicanos eligieron a Benito Juárez y los argentinos a José de San Martín. Pero nosotros, fíjese, dizque elegir a Uribe, un personaje con la mano tan dura y el corazón tan negro: alguien que tuvo estrechos vínculos con Pablo Escobar cuando fue director de la Aerocivil, por allá en el '81; que apoyó los grupos de ultraderecha, las llamadas Convivir, mientras fue gobernador de Antioquia; que se alió con los paramilitares para ser elegido presidente en 2002; que compró la reelección en 2006 por un par de notarías; que impulsó las ejecuciones extrajudiciales de cientos de civiles que su gobierno luego presentó como bajas subversivas en combate; que puso el DAS al servicio de las mafias; y que, en resumidas cuentas, durante sus ocho años de mandato no se cansó de hostigar a los organismos de Derechos Humanos, el periodismo independiente y a todo aquel que pensara distinto... Así que, por favor, no me venga con el cuento de que es una elección coherente. ¡No se lo permito!
   —Pues debería: le aseguro que Uribe es el más indicado para el título del Gran Colombiano.
   —Si no me da una buena razón, tendré que abandonar este diálogo.
   —Tranquilo, hombre... Es sencillo: pendenciero, altanero, bravucón, vehemente, irreflexivo, sectario y brutal, Uribe encarna como pocos el ideal del hombre colombiano. Todos quisieran ser como él. Es así de simple: le guste o no, esta elección del canal History es un fiel reflejo del país. Ha puesto en evidencia, una vez más, el carácter nacional: un sentimiento colectivo, ese gen extraño que galopa rabioso por nuestras venas y que nos ha nublado la conciencia desde que el mundo es mundo. O mejor dicho, desde que Colombia es Colombia.
   —Me parece que está exagerando...
   —No, no... Lo digo en serio. Y a todo eso, para colmo de males, súmele que se trata de un país sin valores, retorcido y desmemoriado, donde no existen el ayer ni el mañana sino un ciego presente de odios y venganzas, de confrontaciones diarias y guerras a muerte. Un país donde, si uno se atreve a discrepar, lo más sensato que le responden es: «¡le rompo la cara, marica!».
   —Sí, pero...
   —Así que tranquilo, no sufra. No gaste pólvora en gallinazos. Más bien siéntese, tómese un aguardiente y grite bien fuerte: «¡Viva Colombia!».

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