10 de marzo de 2014
Votar (o irse de carnavales)
—¡Qué poca conciencia! ¿O sea que usted, en vez de acudir responsablemente a la cita electoral en la que se decidía el futuro de su país, prefirió largarse de juerga a los carnavales?
—Si de disfraces se trata, prefiero los del Carnaval.
—¿Y su «compromiso político»? ¿Dónde queda toda esa cháchara de la que habla en sus posts?
—Ahí está. Me intereso por lo que pasa.
—Le recuerdo que, al no haber votado este domingo, no tendrá derecho a decir ni «mu» cuando no esté de acuerdo con algo. No podrá levantar la voz. No podrá exigir nada.
—¿Por qué? No entiendo su lógica.
—El voto le da ese derecho. Es como un certificado para que, llegado el caso, pueda decirle a su candidato «esto no me gusta» o «usted nos está tomando el pelo». Los que se abstienen, en cambio, no tienen a quién reclamar. Se han quedado callados. Y si algo no les gusta, si difieren de alguna medida o decisión, haberlo pensado antes y haber elegido.
—Una cosa son los carnavales y otra, muy distinta, es ir por la vida de juerga en juerga. O dicho en cristiano puro: una cosa es no votar y otra es quedarse callado.
—Para el caso es lo mismo.
—¡No...! Uno puede, como es mi caso, no haber votado nunca (ni siquiera en las elecciones para elegir al representante estudiantil en el bachillerato). Y, sin embargo, eso no quiere decir que todo me dé igual. No marcar la X en el tarjetón no necesariamente significa apatía, indiferencia o falta de compromiso. Quiere decir, más bien, que uno no está satisfecho con las opciones que se le ofrecen. O, incluso, con el propio sistema. Pero, de ahí a la indiferencia, hay un gran salto. La política, como decía un tal Aristóteles, se puede ejercer de muchas maneras.
—La manera más efectiva es el voto.
—No siempre. Usted puede pensar una cosa, pero el político que elige hace finalmente lo que le da la gana. Fíjese en el señor Rajoy. Hay quienes, en cambio, preferimos ejercer la política desde otros frentes: espacios de debate, asociaciones, voluntariados, manifestaciones y protestas, medios alternativos de comunicación, nuevas tecnologías, blogs... Y, paradójicamente, algunas veces los resultados son más palpables, como ha sucedido, por ejemplo, con la PAH.
—La democracia se mide en votos. El «buenismo» no es un partido político.
—La democracia es todo: votos, actos, diálogos, ideas, movilizaciones y hasta esos carnavales que a usted, al parecer, tanto le molestan. ¡Todo! Por eso, bien mirado, lo que hice ayer no merece ninguna reprobación. Fue un acto tan democrático como el voto mismo. Me pusieron a elegir entre las máscaras de los políticos y las máscaras de los artistas, y yo elegí, sin dudarlo, las de los artistas. Eso sí, esta mañana, bien temprano, regresé a mi rol de ciudadano. Y vi las noticias. Y debatí con un par de colegas. Y, para que esas conversaciones no cayeran tan pronto en el olvido, me puse a escribir este post. Que es, en cierta medida, como un voto. Mi voto.
(*) 'Esto sí que es una chirigota', actuación ganadora del concurso de Agrupaciones Carnavalescas en el Carnaval de Cádiz 2014.
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