19 de mayo de 2014
Bela Guttman
Fue el artífice de la época dorada del club: 2 Copas de Europa consecutivas y el descubrimiento de grandes talentos como Eusebio y Coluna. Pero en el '62, cuando le despidieron tras solicitar un aumento de sueldo al que la directiva se negó, se fue dando un portazo y sentenció: «El Benfica no ganará una final europea en 100 años». Nadie lo tomo en serio. Sin embargo, las derrotas del '63, '65 y '68 le concedieron cierta resonancia a la frase. Y los siguientes 15 años sin disputar una final continental, la elevaron al grado de «maldición». ¿Pacto con el Diablo o discípulo de la Magia Negra? Nada de eso: las aficiones de Guttman sólo eran el fútbol y las clases de baile. Pero, probablemente, rescoldos de aquel vaticinio inicial quedaron enquistados en el sentimiento del club: un peso invisible, una carga oscura... En últimas, una forma de saltar al césped en los momentos decisivos. Tres finales con igual resultado ('83, '88 y 2013) impulsaron un gesto con todos los visos de exorcismo: poner una estatua del antiguo DT en una de las entradas del Estadio de la Luz. No obstante, ni siquiera aquel homenaje tardío logró modificar el destino: en 2014, ante el Sevilla, el club lisboeta perdió su octava final europea desde 1962.
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