—Lo de «ponerse la camiseta por tu país» debería ser una obligación patriótica. Y más si se trata de un evento tan sumamente importante como el mundial de fútbol.
—¿Qué desayunó esta mañana? ¿Caldo de nacionalismo?
—Lo digo por la canallada de Carlos Vela, el delantero mexicano de la Real Sociedad.
—No hable así del chaval. ¿Tiene algo contra él?
—No... O bueno, sí. No sé, es que no me cabe en la cabeza que a un jugador como él, que está en el mejor momento de su carrera profesional, no le dé la regalada gana de jugar el Mundial con la Selección Nacional de México. No, de verdad que no lo entiendo. ¡Que se haga español, entonces! ¡O vasco, si es que Euskadi al fin se larga de España! ¿No le parece el colmo?
—Francamente... no.
—¿Ah, no?
—Me parece normal.
—¿O sea que a usted le parece normal que, estando en plena forma y teniendo el respaldo del DT de turno, un jugador le haga semejante desplante a todo un país?
—Es una opción válida. Tan válida como la de quien acepta la convocatoria.
—¡Pero es que un Mundial es otra cosa! ¡No me venga con cuentos! Muchos jugadores darían lo que fuera por estar en el lugar de Vela. Fíjese en unos cuantos: Bale, Ibrahimovic, Falcao, Agger, Valdés... ¡Un mundial es el sueño de cualquier futbolista, venga de donde venga!
—Vela tendrá sus razones. Y en eso ha sido muy coherente.
—Un jugador coherente diría «sí».
—O también diría «no». Le repito: es una elección... En este caso, Vela se ha mantenido firme en una decisión que anunció desde 2011. Y que luego ratificó. No estamos ante el típico oportunista que dice «sí» cuando van bien las cosas y «no» cuando van mal.
—Cuando se trata de tu selección nacional, la única decisión posible es «ponerse la camiseta».
—O no. La camiseta de una selección no es una camisa de fuerza.
—No entiendo la comparación.
—O dicho de otro modo: nacer en un país no significa firmar un contrato. El hecho de que usted venga al mundo en tal o cual sitio no lo obliga a cantar el himno nacional ni a celebrar las fiestas patrias ni, como es el caso, a representar a su país en un Mundial. Su nacionalidad no lo obliga a nada. Su nacionalidad, en principio, es sólo un pasaporte con su nombre y su foto: un trámite, un requisito, quizá una seña de identidad. En cualquier caso, es usted el que decide dónde lo pone, qué importancia le da. Lo demás, sinceramente, es meterse en camisa de once varas.
1 comentario:
Esta entrada me recuerda a una conversación con el mejor amigo del AmbidieXtro. Y, como mi objetivo no es entrar en polémica, lo dejo en "nacer en un país no significa firmar un contrato".
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