15 de julio de 2014
Selfitis crónica
—Mire, doctor, tengo un problema gravísimo. Mejor dicho, una fijación... Sí, doctor, una 'fijación' en el sentido literal del término.
—Tranquilo, siéntese... Dígame su nombre.
—Narciso Cámara Miranda.
—Y dígame, señor Cámara, ¿cuál es su problema?
—Pues verá, doctor... Es que de un tiempo para acá, no hago otra cosa que sacar fotos. Como le decía hace un momento, tengo una verdadera fijación con las fotos.
—Es normal que la gente haga fotos.
—No, doctor. No es eso. Me refiero a las fotos que se hace uno mismo, con la cámara del móvil, y que la gente ahora llama dizque «selfies». O sea: usted coge el móvil con una mano, estira el brazo hacia delante lo que más pueda, como si fuera el brazo de un pulpo, y mira hacia la cámara con cara de idiota. Y listo, ahí tiene su dichosa «selfie».
—Sí, sé de qué me habla. Continúe, por favor.
—Menuda tontería, ¿verdad? ¡Tan fácil que es pedirle el favor a alguien que le haga una foto! En fin, doctor, el caso es que no pasa una sola hora del día sin que me haga una «selfie». No lo entiendo, pero es así. Las «selfies» se me han convertido en un acto reflejo, en una rutina como coger la cuchara o lavarme los dientes. Me quedo un momento quieto, y al segundo siguiente ya tengo el brazo estirado hacia delante... Ya no podría vivir sin «selfies». Si estoy en la oficina, «selfie» en la oficina. Si voy al Carrefour, «selfie» en el Carrefour. Si me subo al autobús, «selfie» en el autobús con mi compañero de asiento. En la calle, en los restaurantes, en el estadio, en la cocina, en la habitación..... El otro día, le confieso, llegué al colmo de los colmos...
—¿Qué le pasó, señor Cámara?
—Imagínese, doctor, que estaba sentado en la taza del baño, haciendo lo que todos hacemos en la taza del baño, y de pronto mi brazo cobró vida y me hice una «selfie»... Sí, doctor, una «selfie» en plena faena. ¡Una «selfie» cagando! ¿Entiende ahora mi inquietud? ¿Entiende ahora por qué he venido a verle tan pronto como me hice la «selfie» desayunando?
—A ver, señor Cámara... Sé que está preocupado, pero debo informarle que no se trata de nada excepcional. Al contrario, ahora mismo existen millones de casos como el suyo.
—¿Y qué es lo que tengo, doctor?
—Se llama «selfitis crónica». Es un gravísimo trastorno que desarrollan los usuarios de las redes sociales que se creen el centro del mundo y van buscando notoriedad como animales en celo. Y la mejor manera de manifestarla, es a través de las «selfies». No pueden vivir sin las «selfies». Las «selfies» son como el aire para estos pobres trastornados.
—¿Y qué puedo hacer, doctor? ¿Hay alguna cura para esta enfermedad?
—Tiene dos opciones: una, dejar que pase la tontería de las «selfies» hasta que llegue otra nueva y la desplace, lo cual ocurrirá muy pronto. Eso sí, no puedo asegurarle que la moda que venga sea mejor. O dos, mudarse del todo al mundillo las redes sociales. Si escoge la segunda opción, sepa que hay mucha gente que ya lo ha hecho. Sólo necesita un nick, una contraseña y la pantalla de un ordenador para pasarse echado los días enteros. Es su decisión.
—No me da muchas alternativas, doctor.
—Es el mundo en el que estamos.
—Lo pensaré. Muchas gracias...Y ahora, antes de irme, me gustaría pedirle un favor.
—Dígame.
—A mis amigos del Facebook les gustaría saber que he estado en su consulta. ¿Le importaría si nos hacemos una «selfie» usted y yo? Dígame, ¿le importaría?
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