2 de diciembre de 2014
El otoño (en Texas) del patriarca
—Haga sus maletas, general. Nos mudamos del todo. En un par de horas vendrán a buscarnos.
—¿Qué pasa, Patricio Aragonés? ¿Una nueva conspiración en mi contra?
—No, general. Esta vez no se trata de eso.
—Entonces, ¿qué carajo pasa aquí? ¿Quiénes son los que vendrán a buscarnos?
—Los científicos del Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas.
—¿Los gringos? ¿Los mismos que se llevaron el mar?
—No, general, son otros. El Harry Ransom es uno de los archivos más importantes del mundo. Allí reposan, por ejemplo, documentos que pertenecieron a escritores como William Faulkner, Virginia Woolf, Jorge Luis Borges o el mismísimo Shakespeare. La familia García Barcha, en una decisión inteligente, acaba de venderles gran parte del archivo personal que Gabo dejó en vida. O sea que usted, su madre Bendición Alvarado, la niña de sus ojos Leticia Nazareno, Macondo entero y hasta yo mismo quedaremos en inmejorables manos. ¿Qué le parece, general?
—¡Yo no puedo irme! ¡Yo soy el Benefactor de esta patria!
—El acuerdo está cerrado, general.
—¿Y por qué no traen el dichoso archivo para acá?
—Porque aquí, en el país de la desmemoria, no existe una verdadera cultura de conservación de nuestro patrimonio. Aquí la memoria importa un bledo. Aquí lo único que vale es el presente rabioso. Lo de Gabo es apenas un ejemplo. Lo mismo pasó con el poeta Juan Lozano y Lozano y con el escritor Manuel Zapata Olivella. Y con Rufino José Cuervo. Y con tantos otros artistas del siglo XIX y el XX. Nuestro único legado es que ya casi no tenemos legado.
—¡Pues yo ordeno que traigan el archivo!
—Me temo, general, que en este asunto usted no tiene ninguna autoridad.
—¿Y qué vamos a hacer, Patricio?
—Marcharnos, general. El otoño nos espera en Texas.
—No estoy seguro. Nunca he puesto un pie fuera de esta patria.
—Además, general, recuerde que la obra de un autor como Gabo, que ha sido traducida a más de 40 idiomas, no debe pertenecer forzosamente a su país de origen. Sus textos, que también se gestaron en ciudades como México D.F., Barcelona, París, Caracas o La Habana, son, ante todo, universales: nos pertenecen a todos, al mundo entero. La literatura, como bien dijo Bretón, es un camino que nos lleva a todas partes. Gabo no le debe nada a Colombia sólo por haber nacido en Colombia. Aunque a los fanáticos del patriotismo no les entre en la cabeza, vale la pena volver a dejarlo bien clarito: Gabo fue mucho más que una bandera y un himno.
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