7 de febrero de 2015

Reportaje



—No voy a pedirle su opinión sobre el reportaje que hizo Antena 3 en Colombia. Ya sé que usted, como buen apátrida, celebra todo lo que hable mal de la tierrita.
   —No todo. A veces, cuando escucho ciertas cosas, me dan ganas de volver a ser colombiano.
   —A ver, qué cosas. Dígame al menos una.
   —Por ejemplo, el dichoso reportaje del que hablaba hace un momento.



   —¿En serio? ¿O sea que a usted también le parece que difunde una mala imagen del país?
   —La «mala imagen» me importa un rábano. Uno no puede esconder sus miserias debajo de la alfombra. Las cosas son como son. El tema me disgusta por otra razón.
   —¿De qué razón está hablando?
   —La calidad del reportaje. Como periodista, aplaudo sinceramente el arrojo y la tenacidad que demuestra Alejandra Andrade a la hora de entrar al núcleo de las bandas criminales que, tras la caída de los grandes carteles, se han apoderado del negocio de la droga en el país. Cualquiera sabe lo difícil que es llegar hasta allí. De hecho, los mejores momentos del reportaje son aquellos en los que dialoga frente a frente con los sicarios y los jefes de las organizaciones.
   —Y si tanto le gusta, ¿dónde está el problema?
   —El primero, la falta de contexto. El reportaje se echa a andar como pollo descabezado y no se toma el trabajo de explicar lo que está mostrando. Y cuando lo intenta, es sólo para reforzar los tópicos que en esta materia existen sobre Colombia: narcotráfico, drogas, carteles, delincuencia, grupos armados... O dicho de otra forma, no profundiza.
   —Hubieran podido mostrar otras facetas del país. Colombia no es sólo narcotráfico, ¿no?
   —¿Otras facetas? No, el tema del reportaje son las bacrim, y como tal se muestran. El asunto es que es un tema que daba para mucho más.
   —No se le pueden pedir peras al olmo. Recuerde que esto es Antena 3.
   —Aparte, el relato tiene un tono que insiste demasiado en el «riesgo» que implica meterse en el corazón de las bacrim. Que te lo digan una vez, vale. Dos, te lo aguantas. Pero si están todo el rato con el mismo sonsonete, acabas por pillar el truquillo: capturar al espectador promedio, ese al que le cuentas cualquier cosa y siempre la da por válida. Está clarísimo que el «cómo» es más importante que el «qué». O sea, que el espectáculo está por encima de la noticia.
   —Me alegra oírlo hablar así... ¿Eso quiere decir que no volverá a hablar mal de Colombia?
   —No se trata de hablar bien o mal. Se trata de saber mirar las cosas.
   —Usted casi siempre mira lo malo.
   —Cierto. Pero también es cierto que, mire uno lo que mire, siempre habrá una diana delante. Y el truco consiste en no perderla de vista. A veces dispararemos cerca; a veces, lejos. El asunto, repito, es no olvidarnos de ella. Como bien dijo Aristóteles: «Hay que decir lo que es de lo que es, y lo que no es de lo que no es». Y listo, asunto resuelto.

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