29 de febrero de 2016
Tomar partido
—El problema de este blog es que usted nunca ha definido una postura. Salta de una crítica a la derecha a otra crítica a la izquierda con una facilidad que asusta.
—¿Me está llamando «brincón»?
—Su vida privada no me interesa. Lo que digo es que a este blog le hace falta tomar partido.
—Yo siempre tomo partido.
—No lo parece. Todavía no sabemos si usted es de izquierda o de derecha.
—Eso es lo de menos.
—Se equivoca. En política, las referencias son importantes.
—Menos de lo que usted cree. Recuerde que la «izquierda» y la «derecha» políticas surgieron de un episodio azaroso. En 1789, en plena Revolución Francesa, los dos grupos sociales que debatían el futuro de la nación se ubicaron a un lado y a otro del presidente de la Asamblea: a la derecha, los Girondinos (la burguesía y los comerciantes); a la izquierda, los Jacobinos (los que tenían el apoyo de las clases populares). Y así hasta la fecha. En el centro quedaron los indecisos o aquellos que no eran partidarios a ultranza de ninguna postura.
—O sea, los «tibios» como usted.
—El hecho de que no me defina en términos de izquierda o de derecha, no quiere decir que no tome partido. Hay otras formas de hacerlo.
—La más fácil es ésa. Tomando partido, uno tiene claro quiénes son sus contrincantes.
—No es una cuestión de contrincantes. Insisto: hay otras formas.
—¿Ah, sí? ¿Cuáles?
—Por ejemplo, buscar la verdad...
—Reconozco que es una buena excusa para no mojarse.
—La verdad es aquello sobre lo que debatimos. Es lo que nos afanamos en buscar y demostrar con argumentos, pruebas, datos y opiniones. Sin embargo, no es exclusividad de nadie; la verdad no es una piedra, un sudario ni mucho menos un libro. Es un camino, una construcción continua a la que nunca acabamos de llegar completamente. Todos tenemos algo de verdad, aunque algunos están más cerca de ella que otros. Cuanto más cerca estemos de la verdad, más valiosas serán nuestras posturas. Esa es la mejor forma de tomar partido.
—Si eligiera entre izquierda o derecha, tendría asegurada una parcela de esa verdad.
—Sería una verdad demasiado precaria.
—Pero estaría asegurada. Tendría un suelo firme donde apoyarse.
—La verdad es el mejor suelo de todos.
—En cambio, su «tibieza» es como pisar en el vacío. A usted le pasa igual que a Pedro, que fue incapaz de caminar sobre las aguas. «¡Hombre de poca fe!», le reprochó Jesús.
—Ese es el asunto: que no creo en la fe política.
—¿A qué se refiere exactamente?
—No creo en la «superioridad moral» que exhibe la derecha ni en sus «razones sagradas». Sin embargo, tampoco me trago el cuento de que la izquierda, por su carácter contestatario y reivindicativo, siempre tiene la razón. La verdad fluye, como el río de Heráclito: hoy puede estar de este lado y mañana del otro. Incluso, es posible hallarla en zonas intermedias.
—Buen discurso, pero todavía no responde a mi pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Usted es de izquierda o de derecha?
—Ya que insiste tanto, voy a responderle en esos términos: algunos días, mis posturas están a la derecha de la izquierda; y otros, a la izquierda de la derecha. ¿Le quedó claro?
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1 comentario:
Es tan ordenado en las posturas que no se da el permiso ni de despeinarse.
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