Para bien y para mal, estaba llamado a cambiar la historia de su país. A los 14 años escribió una carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, que ya revelaba su interés por los asuntos políticos. A los 27 lideró un primer intento armado...por derrocar al dictador Fulgencio Batista, pero la operación fracasó y fue enviado a prisión. Allí asumió su propia defensa: «La Historia me absolverá», dijo. Seis años después, el día de Año Nuevo de 1959, entró triunfal en La Habana junto al resto de «barbudos» y comenzó una larga travesía en el poder. Carismático, sagaz y con una determinación de hierro, sobrevivió a 634 conspiraciones y a 10 presidentes de los Estados Unidos. Su figura, a la que se atribuían poderes místicos, fue referente de luchas similares en el resto del continente. Pero la Revolución no evolucionó: al contrario, se traicionó a sí misma. Durante décadas, los que pensaron distinto fueron relegados, vejados y fusilados. Otros huyeron bajo el estigma de «gusanos». El Comandante hizo una isla a su medida y acabó convertido en aquello que con tanta firmeza condenaba. La Primavera Negra de 2003 confirmó el desengaño de muchos: poco quedaba de aquel joven humanista de la Sierra Maestra. Sus ideas envejecieron tanto como él. Hoy, mientras celebra
sus 90 años, la isla camina hacia un nuevo tiempo sin arengas revolucionarias ni uniformes verde olivo.
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