La mendicidad, noble profesión desde los tiempos de Diógenes, parece tener los días contados en Valladolid. Pero no por la eficacia de los programas sociales de su Gobierno. Todo lo contrario: el pleno del Ayuntamiento —de mayoría del PP— acaba de aprobar una nueva norma que contempla multas de 750 a 1.500 euros para todo aquel que pida dinero en sitios públicos.
—Espere un momento... ¿O sea que quieren multar a la gente que pide dinero?
—Efectivamente.
—¡Pero eso no tiene pies ni cabeza!
—Pies, no lo sé. Pero cabeza, sí: el alcalde Francisco Javier León de la Riva.
Tan pronto se aprobó la nueva normativa, diversos colectivos —entre ellos, claro está, el de los propios mendigos— se mostraron en desacuerdo con la medida y la calificaron de «antisocial». La formación Izquierda Unida y la Plataforma Ciudadana en Defensa de las Libertades anunciaron que llevarán el tema a los tribunales.
—Tiene que haber otra manera de gestionar el problema.
—De momento, no se ha propuesto ninguna. Pero ahora que lo dice, sería bueno que llegaran a un acuerdo con las asociaciones de mendigos de la ciudad.
—¿Se le ocurre alguna?
—Por ejemplo, que el señor León de la Riva ubicara a los mendigos en estaciones de autobús, esquinas, plazas, portales de iglesias y otros sitios debidamente seleccionados para que pidieran dinero dentro de unos horarios establecidos. El Ayuntamiento se encargaría de diseñar sus carteles y de confeccionar sus ropas harapientas. Todos los mendigos, además, llevarían un carné que los acreditara como profesionales del sector. Al final de cada mes, cuentas en mano, pagarían un porcentaje sobre el total de lo que hayan recaudado.
—¿Y usted cree que funcionaría?
—No lo sé. Pero si la idea del Ayuntamiento es buscar recursos hasta debajo de las piedras, es una buena opción. El recaudo está garantizado. En cambio, el riesgo de la nueva normativa es que los mendigos no puedan pagar los 750 euros. Y como no saben hacer otra cosa, habría que dejarlos en libertad y permitir que volvieran a pedir hasta que reunieran el dinero de la multa. Con lo cual, si se fija, volveríamos al principio del asunto.
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