17 de agosto de 2012

El libro que no puede esperar






La editorial argentina Eterna Cadencia ha publicado un libro cuyo contenido desaparece a los 60 días de haber sido abierto por primera vez. Se trata de textos envasados al vacío e impresos en una tinta especial, la cual se difumina tras haber entrado en contacto con la luz y el aire. Pasado ese tiempo, el libro queda reducido a un montón de páginas en blanco.
   —¡Qué angustia!
   —No se alarme, señor librero. Digamos, más bien, que viene a ser algo típico de nuestro tiempo: fugacidad, intrascendencia, poca perdurabilidad en el tiempo.
   —Ya ni siquiera los libros se salvan.
   —Sí... Aunque, por otro lado, quizá suponga una ventaja para los lectores.
   —¿Cuál?
   —Que, de alguna manera, se fomenta la lectura. Usted está, digamos, «obligado» a llegar hasta la última página, pues sabe que al cabo de cierto tiempo el texto desaparecerá. Y el buen lector, que no deja nada a medias, no puede permitir eso. Es una cuestión de plazos.
   —De plazos cortos, más bien.
   —Sí, pero es como cuando nos cuentan una historia: las palabras se hacen presentes sólo en el momento en que se pronuncian, nunca más, y luego se las lleva el viento. O como la música, que sólo existe mientras la escuchamos.
   Aunque se trata de una estrategia publicitaria —que pretende, en últimas, lanzar una reflexión sobre el futuro del libro— y no de una tendencia editorial en toda regla, el primer título publicado bajo esta técnica ha sido «El futuro no es nuestro», una colección de textos de jóvenes autores latinoamericanos editada por primera vez en 2009.
   —Es más, bien mirado, este libro puede ser una gran contribución al olvido.
   —¿El olvido?
   —Sí, señor librero: el olvido de todos aquellos textos que no merecen la pena ser leídos y que uno no entiende cómo pueden circular en las librerías. Me refiero, entre otros, a los libros de Isabel Allende, Jaime Bayly o Paulo Coelho. Qué favor tan grande nos harían si los publicaran con esta técnica. Qué maravilloso sería ver cómo se diluyen sus páginas. Ojalá la editorial Eterna Cadencia tome nota de esta sugerencia.

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