8 de enero de 2014

Métodos de olvido



La diligencia tiene lugar en el cubículo contiguo al mío. Una mujer de unos cuarenta y tantos, de tez morena y rasgos indígenas, saluda con un escueto «buenos días» y se sienta. Lleva un abrigo gastado que, a simple vista, parece una o dos tallas más grande. Tras las primeras preguntas del abogado (nombre, edad, dirección, etc.), sorprende el marcado acento español con el que habla. Sobre todo si, como dice, lleva sólo tres años en España.
   —Vaya, aquello pasó hace un par de años —comienza—. Fue cuando vivía en Colombia...
   Pero no ha hilado la primera frase cuando el abogado la interrumpe.
   —Tiene que ser más precisa —le advierte—. Tenga en cuenta que su testimonio va a ser remitido a la Unidad de Restitución de Tierras en Bogotá. Los funcionarios necesitan tener claro qué pasó, cuándo, dónde... Son muy importantes los detalles. Y también los nombres.
   La mujer fija la vista en algún punto del suelo. Luego, lentamente, se quita el abrigo y lo pone en su regazo. Ahora, con un jersey de lana blanco, parece mucho más frágil, diminuta.
   Unos segundos después, habla. Al principio, con cierta dificultad; luego, cada vez más resuelta. El acento español se ha diluido súbitamente. La declaración le sale en un colombiano duro, seco, como si cada palabra cortara el aire: asesinos, torturas, muertos, cuerpos mutilados, sangre, llanto, zozobra... Y, por supuesto, una huida: aire fresco, el exilio como única rendija hacia el olvido. O, por lo menos, hacia algo parecido.
   —Todo pasó en las afueras de Tuluá, Valle, en 2003... —retoma.
   Acabado el relato, las teclas del ordenador resuenan con estrépito durante algunos minutos. El abogado le da los últimos retoques a la declaración. La diligencia ha terminado.
   Todo (por fin) ha terminado.
   La mujer se levanta y lentamente se pone el abrigo. Un gesto nuevo le ha caído sobre el rostro, como un velo. Entonces, sin venir a cuento, vuelve a hablar con el acento español del principio.
   —¿Vosotros enviáis la respuesta?
   —La respuesta se la enviarán desde Bogotá. El Consulado sólo es un intermediario.
   —¿Cuánto tiempo creéis que pueda tardar?
   —Máximo 60 días.
   —Vale. Pues muchas gracias. Estaré atenta a cualquier notificación en mi domicilio.
   Y, sin más, se marcha.


(*) La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras tiene como objetivo la reparación material, moral y psicológica de las personas que han sido víctimas del conflicto armado en Colombia a partir del 1 de enero de 1985.

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