9 de abril de 2014

Una esquina



—¿O sea que fue aquí, en esta esquina del centro de Bogotá, donde mataron al doctor Gaitán?
   —Sí, aquí mismo. A la 1:05 de la tarde del 9 de abril de 1948.
   —¿Y por qué lo mataron?
   —Por dos razones: la primera, porque en Colombia todas las cosas se arreglan así; y la segunda, porque se había convertido en un líder con un amplio apoyo popular y representaba una seria amenaza para la élite gobernante del país. Y claro, lo que vino a continuación fue «la chispa que prendió la mecha», como diría el maestro Fernando Vallejo en uno de sus libros.
   —¿Tan grave fue la cosa?
   —Y más. La turba enfurecida de liberales se lanzó a las calles y destrozó todo lo que se cruzó en su camino, incluido el cadáver del asesino, que fue arrastrado de la corbata hasta el Palacio de Gobierno. Pero los conservadores, dueños del poder en ese momento, respondieron con balas. Y el odio se trasladó al resto de la ciudad. Y de la ciudad pasó a los pueblos. Y de los pueblos al campo. Y del campo a todos los rincones del país. Rodaban cabezas a diestra y siniestra en uno de los episodios más rabiosos de nuestra historia patria. ¿Sabe cómo se llama?
   —No tengo ni idea. ¿Cómo?
   —La Violencia.
   —¿Con mayúsculas?
   —¡Claro, cómo más se iba a llamar! ¡El período de «La Violencia»!
   —¡Virgen santísima!
   —Tras el cual, por allá en el año 64, se formó la guerrilla de las FARC. Que, a su vez, dio origen a los grupos paramilitares de ultraderecha a finales de los 70 y principios de los 80. Y ambos bandos, aplicando el lema nacional del «ojo por ojo, diente por diente», se lanzaron a una guerra sin cuartel que arrasó con medio país. Y luego se aliaron con el narcotráfico. O con el Estado. Y luego con las bandas criminales. Y así hasta llegar al desmadre que tenemos delante.
   —¡Cuánta sangre! ¡Cuántos muertos!
   —Mejor no haga la cuenta, que se le acaban los números.
   —¿Y usted por qué escribe todo esto ahora? ¿Para tratar de entender a Colombia?
   —No, no, qué va. A Colombia no hay quién la entienda. Yo simplemente estaba caminando por el centro de Bogotá y me lo encontré en esta esquina. Y usted me preguntó por el doctor Gaitán. Y a mí me entró una cosa rara, una mezcla de rabia y nostalgia, y entonces le solté semejante parrafada. Pero es igual, no me haga caso... Vea, a nadie le importa. La gente pasa por aquí como si nada. Más bien, apúrese, vámonos. Van a creer que estamos mal de la cabeza.

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