4 de junio de 2014
昨天 (ayer)
—No, no me suena de nada. ¿Dónde dice que pasó todo eso?
—En la Plaza de Tiananmen.
—Sí, sé dónde está la plaza. En el centro de Pekín. Pero nada que ver con lo que usted cuenta. Es un lugar tranquilo y muy vigilado. ¿Está seguro de que fue allí?
—Seguro. Hubo muchos muertos.
—¿Muertos?
—Muchísimos muertos.
—¿Cuántos?
—Nunca se supo con exactitud. Se cree que fueron más o menos 3.000.
—¿Y quiénes eran?
—Trabajadores, obreros y, sobre todo, estudiantes. Llevaban semanas exigiendo reformas para el régimen comunista cuando, en la madrugada del 4 de junio del '89, los tanques del Ejército les pasaron por encima. No tuvieron tiempo ni de dispersarse. «¡Bum!».
—Qué raro. Aquí nadie habla de eso.
—Muchos siguen presos. Algunos se han ido al exilio. Y otros tantos, en su mayoría activistas y familiares de las víctimas, han optado por un comprensible pacto de silencio y olvido.
—A ver, dígame otra vez el título. Quiero buscarlo en Google.
—«La matanza de Tiananmen».
—Nada. Los motores de búsqueda no arrojan ningún resultado.
—Filtros.
—Puede ser. O a lo mejor es que no fue tan importante. En el colegio nunca me hablaron de algo así. Ni en la Facultad. Tengo casi 30 años y no he oído nada parecido.
—Tampoco habrá monumentos...
—Ninguno.
—Ni ceremonias o actos conmemorativos...
—No.
—...
—Aunque, pensándolo bien, el del error quizá sea usted. Es imposible tanto silencio sobre una cosa así. Aquí todo está bien, aquí todo está en orden. Ese pasado no se ajusta a nosotros. No tiene nada que ver con todo lo que ahora somos. ¿Está seguro de que aquello ocurrió alguna vez? ¿Está seguro de que me está diciendo la verdad?
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