13 de enero de 2015

Suelo sucio



—Usted había prometido, hace unos meses, no volver a hablar mal de Colombia. ¿Se le contagió la desmemoria nacional o es que se está haciendo el sueco?
   —¡Qué va! ¡Ya me gustaría ser sueco!
   —¿Entonces?



   —Yo había prometido no hablar mal de Colombia salvo que fuese estrictamente necesario. Y la verdad es que, tras echar un vistazo a los periódicos, la misma Colombia me lo pone muy fácil. O como dicen por allá, me da «mucha papaya».
   —A ver, ¿qué pasó ahora?
   —Imagínese que en el denominado «país con la democracia más sólida de América Latina», la Contraloría General de la República se quedó sin sede.
   —¿Que la Contraloría qué?
   —La Contraloría General, el órgano que se encarga de vigilar y auditar a la administración y a los entes privados que manejan presupuestos del Estado, no tiene un sitio donde funcionar. Por culpa de un contrato firmado por la ex contralora, una tal Sandra Morelli, la sede actual debía ser desalojada el 31 de diciembre con todo y redes eléctricas, ordenadores, muebles, sillas y hasta los inodoros del baño. Y, al parecer, a nadie le importó. Todo el mundo hizo la vista gorda. Si el caso salió a la luz fue porque el nuevo contralor, Edgardo Maya, quiso tomar posesión del cargo y se llevó la sorpresa de que no tenía despacho. ¿Se imagina la carita que puso?
   —¿Y el resto de empleados?
   —Unos siguieron allí, esperando a que los echaran. Otros estaban trabajando desde casa.
   —Pues que se muden a otra oficina. Qué más da.
   —Sí, sí, ya lo están haciendo. Unos 450 funcionarios irán al Ministerio de Justicia y el resto se repartián en las nuevas sedes. La mudanza comenzó la semana pasada.
   —Ah, bueno. Y usted armando semejante escándalo...
   —Es que yo no lo decía por el traslado. Mi rabieta es por el otro asunto.
   —¿Qué asunto? ¿El contrato?
   —Imagínese que a usted lo invitan a una casa con el suelo sucio. Cuando digo sucio me refiero a negro, manchado, inmundo, mugriento, guarro, de esos suelos por los que hace mucho tiempo no pasa una fregona. ¿Qué pensaría usted de la gente que vive allí?
   —Usted lo ha dicho: que son unos guarros.
   —Pues eso mismo pasa con la «democracia más sólida de América Latina». ¿Qué puede pensar uno de un país al que poco le importa su Contraloría? ¿O su Fiscalía? ¿O el conjunto de sus órganos de control? ¿Qué tipo de gentuza vive allí? Es más, ¿es posible vivir de semejante modo?

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