31 de mayo de 2015

Birdman



Al igual que el Fénix, intentaba resurgir de los rescoldos, de la ceniza, de lo que alguna vez llegó a ser. Quería volar tan alto como antes. O, al menos, hacer algo bien después de mucho. Pero entonces aparecía El Pájaro: su máscara imponente, su atuendo fastuoso y deslumbrante, las alas seductoras y poderosamente desplegadas por las calles de esa ciudad ficticia. Y, sobre todo, la voz: ese «otro» que era un reproche incesante, un reclamo de sí mismo. «¿Cómo hemos llegado hasta aquí?», le preguntaba la voz. Bastaba oírlo para que sintiera, otra vez, aquel deseo sobrehumano de ponerse el traje, el disfraz de sí mismo. Pero no: El Pájaro había muerto y él ya no volaba tan alto. Era (sólo) un hombre. Un hombre sin alas. Era Ícaro envuelto en las llamas de su propio vuelo. Sólo le quedaba el aire fresco de una nueva mañana.

(*) Birdman (Alejandro González Inárritu, 2015), ganadora de cuatro Óscar: mejor película, mejor director, mejor guión original y mejor fotografía.

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