25 de junio de 2016

Votemos (II)



—¿Otra vez usted con ese rollo de ir a votar? ¿No se cansa? A mí déjeme tranquilo, que prefiero quedarme en casa viendo la Eurocopa. Hoy comienzan los octavos de final.
   —Lo uno no condiciona lo otro. Puede hacer las dos cosas.
   —Deme una buena razón.
   —Tenemos que hacer algo. Esto no puede seguir como hasta ahora.



   —¿Y qué propone? ¿Que votemos por el dichoso «cambio»?
   —Deme una buena razón para no hacerlo.
   —¿Le parece poco el lío en el que estamos metidos ahora? Hace seis meses, la gente votó tanto a los nuevos como a los viejos partidos y no pasó absolutamente nada. Esto sigue igual. Fueron incapaces de llegar a un pacto. No era cuestión de que cambiaran sustancialmente sus posturas o programas. Lo que se les pedía era un mínimo de consenso, de acuerdo. Pero claro, a los puristas de lado y lado no les dio la gana, pues sabían que ir a nuevas elecciones les ayudaría a captar nuevos votos. ¡Y aquí estamos otra vez, coño, viendo cómo se ríen de nosotros!
   —En eso tengo que darle la razón.
   —Y lo peor es que si se cumplen los pronósticos, esta vez tampoco habrá Gobierno.
   —¿Entonces qué hacemos? ¿Tiene alguna propuesta?
   —No, por eso me quedaré viendo la Eurocopa.
   —Insisto en lo mismo: esto no puede seguir así. Tenemos que hacer algo.
   —¿Votar a los chavistas de Podemos?
   —No lo plantee así.
   —Si ganan, podríamos quedarnos sin papel higiénico.
   —Eso no va a pasar; es parte de la propaganda del miedo. Si allí fue posible la permanencia en el poder de un sistema que con los años se reveló inviable y autoritario, fue porque no había garantías suficientes para ponerle el tatequieto a Chávez. Aquí las reglas son otras. España no es Venezuela. Si no respetamos los límites, ahí está Bruselas para llamarnos la atención.
   —¿No me diga que ya tiene la camiseta morada de corazones?
   —Me gustan más mis camisetas. Tienen mejores diseños.
   —¿O es que se creyó al pie de la letra las promesas que ha hecho Iglesias en campaña?
   —Tampoco. Ni las de Iglesias ni las de los otros.
   —¿Ah, no?
   —Una cosa es la campaña y otra distinta es el Gobierno. Los que piensan que los programas no se tocan, son iguales a los que van por ahí como loquitos pregonando la Biblia.
   —Y si no le cree a Podemos, ¿por qué coño les vota?
   —Porque de todas las opciones políticas, es la más comprometida con algo que me parece vital en este momento: el cambio. Pero no le hablo de un cambio sustancial, rotundo o tajante como el que quisieran muchos votantes de Podemos. No soy tan ingenuo como para creer en eso. Las cosas no van a cambiar de un día para el otro; de hecho, apenas se moverán. Sin embargo, sí creo que otra forma de política es posible. Es decir, creo en una política con otras prioridades: la defensa de lo público, las necesidades de la gente, la claridad, la responsabilidad... Sé que es una apuesta a largo plazo, pero puede comenzar mañana mismo.
   —¿Y si le defraudan?
   —Allí estaré para señalarlo. Votar no es un acto de fe. Si nos engañan, si no cumplen nuestras expectativas, seré de los primeros en levantar la voz... De momento, votemos.

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