3 de octubre de 2016

Vietnam



—¿Y esas maletas? No me diga que se va de viaje, doctor Ambidiextro.
   —Mañana mismo, a primera hora.
   —¡Ah, carajo! ¿Y para dónde?
   —Voy a pasar una temporada larga en Vietnam.



   —¿En Vietnam?
   —Sí, en el monasterio budista de Thien Mu, donde viven y estudian los monjes mahayana. Me han admitido como su alumno. No sé cuándo vuelva por acá.
   —Pero eso está lejos, ¿no?
   —Mucho.
   —¿Qué tan lejos, doctor?
   —Pues exactamente en el punto opuesto a Colombia. Es decir, si usted abre un hueco hondo en este mismo sitio, aquí donde estamos parados, atravesará el núcleo interno de la Tierra y al sacar la cabeza se dará cuenta de que ha llegado a Vietnam. Así de lejos está.
   —¡Virgen santísima! ¡Qué lejura!
   —Es el reverso de Colombia.
   —¿Y por qué se va, doctor? ¿Qué le disgustó?
   —Colombia.
   —¿No lo atendieron bien? ¿No le provoca alguito más? Dígame, con toda confianza.
   —Ya tuve suficiente, gracias.
   —¿A qué se refiere?
   —Lo de ayer fue contundente. Y triste.
   —Ah, claro... Usted, igual que yo, también apoyaba la paz.
   —Y el sentido común.
   —Debería quedarse. ¡Por Dios que esto se compone!
   —No lo creo.
   —¿Está desilusionado, doctor?
   —Sí, pero no tanto como muchos de mis compatriotas... Colombia ya me había roto el corazón hace mucho, así que el golpe no fue tan duro. Para mí esto no es nuevo. Yo, al igual que el maestro Fernando Vallejo, ya le había visto la cara al monstruo del desengaño, ya había cruzado a la orilla de la desesperanza. De allá volví hace un par de años. Nada me sorprende: el país que nos tocó en suerte es capaz de cualquier cosa.
   —¡Eso, doctor, desahóguese! ¡Saque toda esa hijueputa rabia!
   —No, ya no. Eso ya no va conmigo.
   —¿Ah, no? ¡Pero si usted era todo un varón para eso! ¡No dejaba títere sin cabeza!
   —Prefiero el silencio.
   —¿Y eso qué significa, doctor?
   —Que pasará algún tiempo, no sé cuánto, sin tocar temas sobre Colombia en este blog. Es más, ésta puede ser la última vez en mucho tiempo que escriba esa palabra.
   —¿Cuál palabra?
   —Colombia.
   —¿Lo dice en serio, doctor Ambidiextro?
   —En serio.
   —¿Y mientras tanto qué va a hacer?
   —Seguir escribiendo, pero de otras cosas. El mundo es amplio y este país muy corto de miras.
   —O sea que lo de Vietnam no es por tomarme del pelo...
   —No, no. Es verdad. Me voy mañana a primera hora. Los maestros mahayanas me esperan en el templo de Thien Mu, que está en la ladera izquierda del río Perfume. ¡Es un lugar maravilloso! El edificio original, el Phouc Duyen, fue construido en 1601 y está rodeado de jardines centenarios de bonsais y de una naturaleza exhuberante. Tiene siete plantas, y cada una de ellas está dedicada a una de las reencarnaciones de Buda, las manushi-buda. Allí, ocupado en tareas de campo o meditanto debajo de un árbol, espero alcanzar el Nirvana.

2 comentarios:

Ana Marcela Montanaro dijo...

"Colombia ya me había roto el corazón".

Anónimo dijo...

Y cómo se inscribe uno para ingresar a Thien Mu??????