10 de mayo de 2013

Los límites del grito




—¡Lo que nos faltaba! Que este blog, además de escribir barbaridades sobre Colombia, ahora se convierta en caja de resonancia de la derecha española. ¡Qué poca decencia!
   —¿De qué está hablando?
   —Pues de su odio visceral hacia las manifestaciones y los movimientos sociales de izquierda.
   —Nada de eso. Yo sólo quiero apuntar algo sobre los escraches.
   —Sí, pero ya sé lo que va a decir. Conozco de memoria el discurso de gentuza como usted. Dirá que no está de acuerdo porque es una práctica «nazi» o una nueva forma de «terrorismo». Es más, esgrimirá que se trata de un «atentado» contra la propiedad privada.
   —Esos desaciertos son obra de la señora Cospedal. Yo, para empezar, sólo diré una cosa: que es una forma de violencia que no podemos consentir.
   —¿Violencia? ¿Señalar a los malos gobernantes es violencia?
   —Sí, porque se trata de acoso e intimidación, que también son formas de violencia. Usted puede ser el peor gobernante en la historia de la Democracia española, pero eso no justifica que la gente ponga un cerco a su casa, le grite todo lo que le venga en gana y le exija que se posicione a favor o en contra de una iniciativa. Es una cuestión de límites. Si se legitimara algo así, imagínese la cantidad de escraches que habría todos los días. Cualquier motivo valdría para irrumpir en la intimidad de otra persona. En mi caso, por ejemplo, piense en los miles de compatriotas que vendrían a mi portal a exigirme que no vaya por el mundo diciendo barbaridades de Colombia. Ya nunca más podría ver la luz del sol.
   —¿Y los abusos del sistema bancario? ¿Acaso los desahucios no son violencia?
   —¡Claro que sí! Son muchas las familias que día a día se quedan en la calle por culpa de un sistema hipotecario caduco, injusto y que entrega demasiadas concesiones a los bancos. Eso hay que condenarlo. Hay que levantar la voz y buscar formas de resistencia.
   —Vaya, por fin ha dicho algo sensato.
   —Lo cual no indica, sin embargo, que cualquier cosa sea válida. La violencia no se enfrenta con más violencia. La violencia se enfrenta con métodos pacíficos para que el violento quede en evidencia. Aquí no vale lo del ojo por ojo.
   —¿Entonces qué hacemos? ¿Nos quedamos de brazos cruzados?
   —¡No, no, no...! Hay que seguir insistiendo, resistiendo, alzando la voz cuantas veces sea necesario. La labor de la PAH en los últimos dos años ha sido ejemplar: cientos de desahucios se han paralizado y muchas familias han podido acogerse a un alquiler social o renegociar su deuda con los bancos. De hecho, su mayor triunfo se produjo hace unos meses, cuando numerosas movilizaciones presionaron al Gobierno para que aprobara la modificación de varios apartados de la Ley Hipotecaria. Hasta el propio Tribunal Europeo se puso de su lado. ¡Esa es la vía! ¡Ese es el camino! Créame, no hace falta cercar la casa de ningún político o banquero.

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