6 de octubre de 2014

iPhone 6



—Bienvenido a Apple Puerta del Sol. ¿En qué puedo ayudarlo?
   —No sé. Quería saber qué diablos pasa aquí. Afuera hay un montón de desgraciados que llevan haciendo fila toda la noche. No entiendo nada.
   —Hoy se pone a la venta en España nuestro nuevo modelo de smatphone: el iPhone 6.
   —Ah, es que creí que lo regalaban...
   —No. Es la novedad. Tenga en cuenta que es el acontecimiento comercial del año para nuestra marca. La gente lleva meses esperando este momento.
   —¿Y es que sólo se puede comprar hoy? ¿O es que han traído poquitos ejemplares?
   —No, no. Simplemente, los clientes quieren ser los primeros en tenerlo.
   —Pero no hace mucho se había puesto a la venta otro. ¡Menudo escándalo que hicieron!
   —Sí, el iPhone 5. Lo que pasa es que ya se ha quedado obsoleto.
   —Pues haberlo fabricado mejor, ¿no?
   —Es la tecnología. Todas estas cosas van muy de prisa.
   —O sea, que dentro de un año el dichoso iPhone 6 también se habrá quedado obsoleto...
   —Probablemente.
   —¿Y aún así la turba enfermiza lo compra?
   —Es la lógica del mercado.
   —Menuda lógica. Y dígame, ¿qué tiene de especial el iPhone 6? ¿Una herramienta que vive por la gente? ¿O es que convierte al usuario en una aplicación más del teléfono?
   —La pantalla es más grande y hace mejores fotos.
   —Bah, qué novedad.
   —Además, su diseño sin bordes lo hace mucho más ligero y cómodo. Créame: una vez lo tenga en su mano, no podrá soltarlo. Es el mejor teléfono que se ha fabricado hasta ahora.
   —En eso último se equivoca. No es el mejor.
   —¿Ah, no? ¿Cuál es?
   —El Nokia 5500. Mire, aquí tengo el mío. Lo compré hace cinco años y no da ningún problema. Cuando me llaman, suena una musiquita de Liszt... Ah, y tiene linterna incorporada.
   —Bueno, eran otros tiempos.
   —¡Nada de eso! Para el Nokia 5500 no existen «otros tiempos». Es atemporal, inmortal, como el mismísimo Dios. El día de la hora final, cuando alguien pulse el botón de la bomba atómica, sólo las cucarachas y el Nokia 5500 seguirán existiendo sobre la faz de la Tierra. Así que no intente venderme el dichoso iPhone 6 ni ninguno de esos aparatos. Me quedo con el mío. Gracias. Y ahora me marcho, no le hago perder más tiempo. Sé que todavía tiene que atender a esa turba enfermiza que está afuera con la cara pegada a los cristales.

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